Luego de un par de años en JT y mientras cursa sus últimas materias de diseño de indumentaria en la Universidad de Buenos Aires, la joven retoma una tradición familiar con ansias de renovación.
Aynié es una talabartería porteña con cien años de historia. En los últimos meses Clara, bisnieta del fundador, decidió hacerse cargo de la iniciativa familiar desde su propia cadencia. Inspirada en Phoebe Philo y la publicación inglesa The Gentlewoman comenzó con una línea de accesorios. Una entrevista en tiempo pasado, presente y futuro.
¿Cuál es tu primer recuerdo vinculado a Aynié?
Algunas tardes íbamos con mi hermana a la salida del colegio a jugar con las monturas, la escala de todo el universo ecuestre era inmensa para nosotras. Ya de más grande iba al taller y le pedía a Jorge Pared, el talabartero, que me hiciera sobres como pequeñas carteras.
¿Y vinculado a la moda y/o el diseño?
Mi abuela María Luisa era una mujer muy libre, un gran referente para mí. Vivía en un espacio industrial donde pintaba y hacía esculturas. Me llevaba a Once a elegir telas, tenía una Singer con la que una modista nos hacía ropa. Dibujaba pies para que yo hiciera los zapatos por arriba. Siempre me gustó vestirme. De chica, en las reuniones familiares, me cambiaba varias veces y en un viaje a Brasil me compré mis primeros taquitos.
¿Qué herramientas formales te brinda la facultad y cuáles obtuviste en la experiencia laboral?
Mi primer trabajo formal como estilista fue en la revista Catalogue a los 18 años junto a mi amiga Josefina Sierra Guzmán. Después entré a JT en el área comercial. Eventualmente, se fue una de las chicas que trabajaba en el equipo de diseño y se abrió una oportunidad. Me costó ganarme un lugar, porque además de ser la más joven, era la única que todavía estaba estudiando. Esos años fueron muy importantes para mí y crecí notablemente gracias a ese trabajo. A la par y muy lento continúo cursando en FADU el penúltimo año de la carrera. Trabajar con Jessica Trosman a los 20 años fue una beca inusual. Aprendí mucho, empecé a desarrollarme como diseñadora y junté fuerzas para abrir mi propia marca en la talabartería familiar.
¿Qué sabes de Ginés Aynié?
Ginés era mi bisabuelo catalán que a finales del siglo XIX realizaba monturas para Hermès. Esa generación que llegó a la Argentina trajo una serie de oficios que se ejecutaban con una excelencia que adquiere más valor que nunca en el estado actual del capitalismo. Tres generaciones de hombres Aynié llevaron adelante la talabartería desde 1920 hasta el día de hoy. Nombre mis primeros diseños en homenaje a ellos y a quienes trabajaron ahí. Dicen que me parezco mucho a mi abuela Josefina. El día que murió y encontraron su libreta cívica se revelaron dos misterios: su edad y su verdadero nombre. Josefa María Antonieta era muy coqueta.
¿Cómo fue la decisión personal y familiar de hacerte cargo?
Al entrar por voluntad propia rompo una larga cultura patriarcal en mi familia. Me interesa resignificar la tradición y rescatar el oficio transmitido de padre a hijo. Continuar después de cien años es una herencia pesada. Lo que quiero hacer es transformar de a poco la talabartería. Mi primera colección cruza la marroquinería con la indumentaria. Carteras y accesorios, que siempre se realizaron en cueros rígidos, ahora explorados en materialidades suaves relacionadas con la ropa. Piezas prácticas y elegantes para el uso cotidiano, con la máxima atención a los detalles y a la calidad. Uso todo lo mejor que encuentro, me ocupo personalmente de casi todos los procesos y genero muy poca cantidad.
En ayniebsas.com es posible encontrar carteras, pañuelos, cinturones, bufandas e incluso cubrebocas realizados en seda.
Proceso de diseño del sobre Pared.
Es lo primero que hice para Aynié. Mi abuela me regaló el costurero de su madre: un contenedor circular de tela que se cierra con un frunce y un cordón. Es mi accesorio preferido. Lo agrandé y lo hice de cuero, es un proceso de ensayos y errores. Al principio no funcionaba, entonces probé tejerlo para hacerle ampliaciones, disminuciones y poder adaptar el recipiente al tamaño de los teléfonos pero seguía siendo chico. Entonces le agregué un fuelle de cuero vinculado al tejido por un cordón que se va entrelazando entre las dos piezas. Pared es el apellido del talabartero actual que trabaja desde los 15 años con nosotros.