El cuaderno de Chrissie #7

Una chica super-poderosa: Denise Murz
Conocí a Denise Murz una noche que pasó música en Flux, uno de mis bares preferidos. Recuerdo que el set fue súper noventoso, y me encantó porque fue en los 90s que realmente descubrí la música. Pensé que seguramente teníamos un pasado en común. Tiempo después, estaba leyendo la revista Oh La La! y encontré una nota llamada “Se tu propia DJ” escrita por… ¡Denise Murz! Resulta que era periodista. Y luego me enteré que, en paralelo, más que pasar música en realidad Denise hacía música: electropop. De hecho no sé si alguna vez la volví a escuchar poner música. Pero si la vi cantar en varias oportunidades. Porque Denise es cantante, bailarina… ¡y pole dancer! Ha grabado temas con Ale Sergi de Miranda y Dani Umpi, entre otros. Y a lo largo de los años me di cuenta que es una auténtica chica super-poderosa. Una de las más inquietas, determinadas, inquisitivas, prácticas, e hiperactivas que conozco. Siempre la veía en redes sociales volando de acá para allá por Buenos Aires, provincias y países cercanos. Es de esas personas a quien miro y me pregunto “¿Cómo hace?”

Denise es de Liniers, estudió Comunicación Social en la UBA e hizo su tesis sobre cómo los “manuales de seducción”: sobre cómo las revistas femeninas y masculinas nos enseñan a concebir el amor. “Encontré puras metáforas bélicas: tus armas de seducción, conquístalo, gánatelo, hacé que caiga a tus pies. En otras culturas el amor es un viaje o un paseo, ¡acá es una guerra!”

Hoy colabora regularmente con La Nación, Rolling Stone, Oh La La! y La Agenda. Escribe sobre relaciones, sexo, salidas y música. Además participa de la comunidad LGBTQIA. En marzo editó el disco “Picnic de sirenas”, luego levantó campamento y cruzó el océano para instalarse en Madrid. Poco antes de irse, le hice algunas preguntas.

¿Cómo fue tu acercamiento a la comunidad LGBQTIA?
Empecé a ir a bailar a boliches gay cuando tenía unos 16 años. Todavía era menor así que trataba de averiguar dónde me dejarían entrar. Lo loco es que yo no iba con amigos gay. Iba con una amiga. Y quería ir ahí porque estaba cansada de los boliches hetero: de que se agarren a piñas, de que me toquen. ¿Viste eso de que caminás y te tocan? Aparte no me gustaba nada la música. En esa época era todo cumbia. Rodrigo, no me acuerdo exactamente, pero era todo como muy choto. Y yo sabía que en los boliches gay pasaban música que a mí me encantaba y me daban ganas de bailar, como Madonna, las Spice Girls. Me pareció increíble ir a un boliche donde no me jodían y había buena música. Porque yo no salía a bailar para levantar. Después empezaron a venir amigos que luego terminaron saliendo del closet. Pero en ese entonces éramos chicos y ni ellos sabían que eran gays. Yo me convertí en la muletilla para explorar esos mundos y nunca más volví a la noche hetero.

¿Por qué se te dio por cantar?
Siempre me gustó. De chica me grababa en casetes y después empecé a estudiar canto. Quería ser como Madonna y escribir canciones como ella. Me gustaba el mundo del videoclip, el mundo de MTV. Me re veía ahí, me encantaba saber que ellos habían compuesto sus temas y dirigido sus videos, me parecía re completo. Pero escribir es muy solitario y muy “safe”: estás en tu casa escribiendo. No estás poniendo la cara. Cuando cantás estas poniendo el cuerpo. No sé por qué, pero siempre me gustó. Debe ser porque tengo un millón de planetas en tauro y eso me hace ser muy venusina. Venus es el planeta del arte.

¿Quiénes te influenciaron?
Además de Madonna, amo a Michael, a Prince, Duran Duran. Depeche Mode ni hablar. En una época estuve re obsesionada con Yelle. Kylie, Miranda, Adicta. También me gustan las chicas cuando son raras: Goldfrapp, Tove Lo. Después empecé a mirar gente más posible porque es imposible hacer cosas como Michael o Prince.

¿Por qué decidiste hacer pole?
No sé, siempre me pareció muy lindo. ¿Viste que no hay explicaciones para lo que te atrae? Empecé porque pensé que lo podría usar en algún videoclip. Dije: “voy 3 meses y después lo uso en un video”. A los 3 meses no podía ni pararme. ¡Es muy difícil! A los 3 años me empezaron a salir algunas cosas y dije: bueno, ¿y si canto haciendo esto, qué onda? Me parecía muy bello mirarlo y no había visto a nadie cantar mientras lo hacía. Así que decidí hacer ese experimento. Por otro lado, me gusta que no tiene que ver con que el cuerpo sea perfecto. Y es algo muy libre y muy chocante. Ahora no tanto, pero hace un tiempo lo veías y decías: ¿qué hacen estas minas bailando en bolas todas juntas? Yo también pensé que cuando iba a la clase iban a ser todas prostitutas. Después te das cuenta que las que bailan en los cabarulos generalmente no entrenan, y la gente que va a clase tiene otras profesiones.

¿Por qué te vas?
Siempre siempre siempre tuve la fantasía de vivir en Europa. Una fantasía sexual, casi. Cuando cumplí 15, agarró mi mamá y me dijo: “no vas a hacer la boludez de hacer una fiesta, ándate de viaje”.  Eran los años 90 y costaba lo mismo. Entonces me fui a estudiar inglés a Inglaterra y estuve como un mes y medio dando vueltas sola por Europa – tenía quince, ¡eh! -. Me enamoré zarpado y dije: alguna vez quiero vivir acá. Volví dos veces más y siempre pensé que tenía que vivir ahí en algún momento. De repente llegó una etapa de mi vida que si no es ahora, ¿cuándo? No tengo trabajo fijo, estoy laburando freelance, alquilo, no tengo novio. Era el momento de hacerlo. Por otro lado, Buenos Aires está tan jodida que si vivo acá necesito saber que es porque realmente elijo esta ciudad para vivir y no porque seguí de largo. Así que voy a ver qué onda, si de verdad es como yo pienso. Es como esos chabones que te enamorás y pensás que tu vida con ellos va a ser increíble y por ahí después salís y ves que no, para nada. Bueno, esto es lo mismo. Es como si estuviera enamorada y tengo que ver si realmente Europa es así como yo pienso.

¿Qué vas a hacer allá?
A mover el disco y seguir escribiendo enfocándome en el sexo y el amor en Europa. Quiero expandir mi mundo y expandir es sobre lo que hiciste, no es destruir lo que ya tenés.

Seguí las aventuras de Denise en España a través de sus historias de Instagram @denisemurz o en Facebook. También está online en https://ohlamurz.com.


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Una película: I, Tonya
Uno de mis mejores amigos me la había recomendado. Muchas veces llego a las cosas por recomendaciones de amigos. En este momento de mi vida veo muy pocas pelis y casi siempre que lo hago es con alguien y/o por insistencia de alguien. No para pasar el rato, como pienso que muchos lo hacen. Sabía que I, Tonya me interesaría porque es una historia que en cierta forma me toca. Es la historia real de la patinadora olímpica Tonya Harding y su involucramiento en el ataque sufrido por su rival, Nancy Kerrigan. Yo vivía en Estados Unidos y amaba ver el patinaje artístico y las olimpíadas en la TV cuando ocurría todo esto. En el colegio se hablaba de si eras Team Tonya o Team Nancy. Yo era Team Tonya. Ella era auténtica y real. Nancy era como una muñeca de porcelana, toda perfectita. Yo no podía identificarme con ella. La peli está basada en entrevistas. Es un formato particular que jamás había visto: como si fuera un documental, pero con entrevistas actuadas. Súper bien actuadas.  Yo veía a todas estas personas en la tele, en las noticas, y es impresionante lo parecidos que son. Por momentos el film mecha imágenes de archivo en calidad VHS de los años 90 y el espectador puede observarlo con sus propios ojos. Tonya creció en una familia violenta y de clase baja. Ella no terminó la escuela, cosía sus propios trajes, se pintaba las uñas de azul y en los concursos elegía patinar al ritmo de canciones de heavy metal. Por esto era discriminada, aunque muchas veces sus habilidades superaban las de las otras concursantes. El patinaje artístico es un deporte de nenas bien pertenecientes a familias bien. La película me ayudó a entenderla, me permitió conocer más de su historia – la cual me pareció interesantísima, si bien muy dolorosa – y después de verla puedo decir que soy más Team Tonya que nunca.


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Un look: día tres en Londres
Fui a Londres por primera vez. Este día había lloviznado por la mañana y parecía ser un día típico londinense: gris, nublado y fresco. Era mayo y yo había viajado con shorts, vestidos cortos y ropa de verano, mucha de la cual no salió de la valija. En cambio terminé usando polleras largas y capas de momentos salía el sol y hacía calor. Acá tengo una pollera que me regaló una amiga porque ella no la usaba más. Adoro adquirir ropa de esta manera porque cada vez que uso lo que me regaló alguien, me acuerdo de esa persona. Arriba me puse una remera negra sin hombros de H&M, y arriba de eso un buzo negro – imprescindible, a mi criterio, para cualquier persona – que compré en Falabella. Encima de eso, un piloto que compró mi amiga Flor Dacal de DACAL en una feria. Lo compró especialmente para mí porque sabía que yo quería uno como el de Luis Alberto Spinetta en el videoclip de “Pobre Amor, Llámenlo”. El del flaco es color camel el mío es azul, pero tienen la misma caída. Súper livianos. Amo ese piloto, siento que vuelo cuando lo uso. Y me encanta girar con él puesto. Además me puse una vincha de orejitas con brillantina plateada. En los ojos, sombra fucsia y violeta. Durante este viaje empecé a experimentar más con los colores. Y en los pies, Dr Martens, mi calzado predilecto. Acá aparezco en el Milennium Bridge, luego frente al palacio de Buckingham (había salido el sol y hacía calorcito) y en la casa de mi amiga Caro, quien me hospedó.


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Un lugar para comer o tomar algo en microcentro: Le Bistrot de la Alianza Francesa
Almorzar en el centro es un bajón. El mundo entero salió de la oficina, hay cola, espera y ruido en todos lados, es muy difícil conseguir mesa. Pero sé que deben existir varios mini oasis escondidos por ahí. Yo conozco uno. Está al fondo de la Alianza Francesa – sede microcentro – y se llama Le Bistrot. No hace falta ser alumno para ir pero sí reservar. El lugar es pequeño – hay 45 cubiertos – pero hermoso, silencioso y tranquilo. Tiene vitraux y ventanales que dan a un patio. La cocina está a cargo de Michel, un chef oriundo de Lyon. Naturalmente los platos que se sirven son especialidades francesas. Para almorzar, se puede pedir el menú ejecutivo que incluye bebida, plato del día y postre o café. Los menús propuestos para cada semana se envían por mail ¡hay que registrarse en la página para recibirlos! Algunos ejemplos: ternera braisé y gratin dauphinoise con papas a la crema, albóndigas a la menta y salsa fría con crema y ciboulette con arroz créole, pechuga de pollo con salsa a limón y zanahorias a la miel. Recomiendo ir porque es encantador, se come genial y rodeada de personas hablando en francés. Al estar ubicado dentro de una escuela, no sirven alcohol.

Alianza Francesa Sede Microcentro – Av. Córdoba 946, 1° piso. Más info online en  www.lebeaujolais.net o en facebook de la web.


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