Un clásico.
Un código del correcto vestir masculino que se transformó en una prenda femenina por excelencia y hoy resuelve a quién quiera llevarla. Un breve repaso histórico y una reformulación local.
Historia
“La camisa de pechera abotonada, apenas aparece en los años veinte, va a difundirse también entre las mujeres, mientras que en los treinta habrá una brigada de estrellas de Hollywood, verdaderas insignias de un glamour hasta allí nunca visto, como Greta Garbo, Marlene Dietrich y Katharine Hepburn, que no vacilarán en adoptar, tanto en su vida privada como en algunos de sus films, el atuendo masculino completo, y darán a la camisa blanca un estatus supremo. Que refrendarán, en los cuarenta, Lauren Bacall y en los cincuenta, Grace Kelly, Audrey Hepburn, Marilyn Monroe, Ava Gardner.
Imprescindible mencionar, entre las practicantes de la camisa blanca, en su caso en un plano de refinamiento, a la exquisita Millicent Rogers, heredera de una fortuna petrolera, gran personaje de la vida mundana entre los años veinte y los cincuenta, y referencia ineludible para quien aspire a penetrar la historia del estilo.
A partir de los años ochenta, la alemana Jil Sander, desarrolló una práctica minimalista del vestido en la que la camisa blanca es un leit-motiv. Sander aborda la diversidad femenina con seriedad. Piensa en mujeres que se visten con actitud.
Finalmente, otra mujer, otra minimalista, la inglesa Phoebe Philo, que en apenas diez años de ejercicio, transformó a Céline, una marca mundana, en una referencia insoslayable, aún y sobre todo para las mujeres que se acercan a la moda con cautela, tuvo a la camisa blanca, símbolo de equidad, como pilar de su apuesta estética. Decía a Vogue, en una de sus infrecuentes declaraciones, que su guardarropa es una camisa blanca, unos pantalones negros, una falda, dos chaquetas, tres abrigos, un par de tacos altos, un par de ballerinas, un par de zapatillas, quizá una sola cartera y quizá un foulard. Nada más clásico y eterno que la simplicidad” señala el periodista y escritor Javier Arroyuelo en sus Eternos clásicos y modas al paso.
Perspectiva contemporánea
“La camisa blanca es un clásico, es un básico imprescindible del vestir. Para nosotras es un lienzo que deconstruimos para proponer un buen vestir: vinculando la ropa en armonía con el cuerpo y el ambiente. Es una pieza importante del vestuario masculino, símbolo de poder que rediseñamos para convertirla en una prenda que permita la libertad de movimiento de los cuerpos, para todos los cuerpos. Representa un modo de hacer, de empresas familiares y de oficios heredados que hoy están en extinción y solían ser el modo de vestir de las ciudades. Desde Buenos Aires, recuperamos esos materiales y saberes de otras generaciones con una mirada actual. Retomamos técnicas de construcción que favorecen la durabilidad de la prenda, como coser botones a mano, mientras rompemos las costumbres que perjudican al ambiente tales como el exceso de uso de energía para planchar en el uso cotidiano. Crear nuevos hábitos es elegir cuáles continuar y cuáles transformar” reflexiona Florencia Dacal de Somos Dacal.
Fotografía: Bianca Sifredi.