Milagros Amondaray presenta su segundo libro con foco en el cine queer y, también, en el amor. Edita Milena Caserola.
Al igual que en su libro anterior, Démosle un buen final a esta historia (2013, Dunken), los textos que componen Que la corriente me arrastre surgen del formato digital. Sin embargo, al leerlos una siente que no tenían otro destino más que el del papel. No son críticas de cine formales, son ensayos autobiográficos que, con mucha libertad, se mueven entre otras ramas, como la música y la literatura, y además exponen una parte muy personal. Todos esos sentimientos que le provocan estas películas los vuelca de una manera que contagia y nos incluye.
Que la corriente me arrastre está compuesta de diez textos sobre diez películas de diferentes partes del mundo bastante actuales porque es en los últimos años donde se encuentra una mayor libertad a la hora de narrar historias que se corren de la heterosexualidad preestablecida, donde empieza a encontrarse un abanico más abierto de historias con las que tod@s nos podemos sentir identificad@s. Películas algunas más conocidas (Llámame por tu nombre o Carol, que han tenido nominaciones a los Oscars) y otras de circuitos más independientes (Plan B, Tangerine, The Duke of Burgundy).
El acercamiento que la autora hace a ellas es muy personal porque escribe no sólo desde su forma de verlas sino de sentirlas. Por eso, además de evocar un libro o una canción que a simple vista no están conectados, se cuelan fragmentos en los que se anima a hablar de su propia experiencia, como en el texto sobre Carol, aquella bella película de Todd Haynes basada en la novela de Patricia Highsmith. Allí Milagros se abre, se desnuda y escribe de una manera tan honesta y cálida que nos hace entender esa manera de sentir y vivir una película. La vida puede parecérsele más de lo que una piensa, a lo mejor en detalles, en inquietudes, en posibilidades. “En definitiva, todos hemos amado como él y hemos padecido el desamor así, en estado febril”, resume a la hora de hablar del protagonista de Llámame por tu nombre. O en el texto sobre La vida de Adele: “El enamorarse casi violentamente implica justamente eso: alguien nos inicia y alguien nos acaba. Nuestra vida, en efecto, no volverá a ser la misma”. Es tal cual escribe Diego Trerotola en la contratapa: “La cinefilia de este libro no nos invita simplemente a leer las películas, sino a vivirlas, a compartir una lucidez que nos enseña que la locura pasional que podemos sentir en el cine no es solo un espejismo fugaz”.
Esa manera que tiene Milagros de conectarse con estos personajes, de hablar de ellos como si fuera una, de involucrarnos siempre desde el nosotr@s, nos hace conectarnos con estas películas de otro modo, pero también con ella: nos hace sentir cerca. Entender por qué la conmueve lo que la conmueve, por qué se acordó de ese libro que cita en un epígrafe o de aquella canción que parecería estar tarareando. Una intertextualidad que nunca resulta azarosa o forzada.
Así, en Que la corriente me arrastre conviven Xavier Dolan, Marco Berger, Todd Haynes; Murakami, Anaïs Nin, Susan Sontag, Roland Barthes; hay relaciones de amor entre hombres, entre mujeres, hay una mujer bisexual, hay dos hermosas amigas trans, hay amores que se corresponden y otros que no y una relación sadomasoquista, ni más ni menos que como una de las tantas maneras en que dos personas pueden amarse. Una diversidad que se agradece.
“Creo que todos tenemos una Carol. Y no hablo solo de mi experiencia con otra mujer. Hablo de cualquier género, de cualquier relación, de cualquier identidad sexual. Todos tenemos a ese ángel que cayó del espacio para cambiarnos la vida. Alguien que nos vio en nuestros más mínimos detalles, con nuestros accesorios y con nuestros cuerpos al desnudo, alguien que dejó un guante atrás porque quiso retomar el contacto” afirma la autora.