Desde Crónicas de moda compartimos la entrevista realizada en Fundación IDA al periodista Javier Arroyuelo, con una amplia trayectoria en el campo de la crítica especializada, revisa e interpela el vínculo entre el diseño y la tradición en diferentes geografías y etapas históricas.
Escritor, dramaturgo, crítico de arte y periodista: Javier Arroyuelo es eso y más. Antes de emigrar a París, donde vivió desde 1969 hasta 2006, cocreó junto a Rafael Sánchez y Jorge Álvarez el emblemático sello “Mandioca, la madre de los chicos”, piedra basal del rock nacional argentino.
Al llegar a Francia a los 18 años, el avellanedense egresado del Colegio Nacional de Buenos Aires arrancó una trayectoria vasta. En el ámbito teatral, escribió obras de notable repercusión, como Goddess, L’Histoire du Théấtre, Comédie Policière, L’Interprétation y Succès. En 1975, tras ser invitado por Marlene Dietrich para participar junto a Sánchez de un especial de fin de año de Vogue Paris, se convirtió en uno de sus columnistas hasta 1980. Allí, desde su sección “Oh, les beaux mondes”, se inmiscuyó con ironía y agudeza narrativa entre las bambalinas de los universos culturales, artísticos y de la moda de Europa y de Estados Unidos.
Sus perfiles de personajes icónicos y sus crónicas, que hilvanaban escenas sociales con otras propias del diseño, fueron publicados en las emblemáticas revistas Vanity Fair, Andy Warhol’s Interview Magazine, Vogue USA y Vogue Italia, donde fue colaborador permanente durante 17 años.
En los últimos años, escribió para The World of Interiors, Anfibia, Crónicas de Moda y CC Clásica y Contemporánea, la revista del Centro Cultural Kirchner.
En esta oportunidad, en el marco de la presentación del fondo patrimonial de Mary Tapia, el actual columnista de La Nación Revista participó de la sección “Opinión Experta” del Old&Newsletter de julio 2020 para reflexionar sobre los cruces entre diseño y tradición en los siglos XX y XXI.
¿Se puede repensar o redefinir el diseño desde la tradición? ¿Y la tradición desde el diseño? ¿Pueden prescindir uno del otro?
No hay diseño sin tradición, es decir, sin referencias, sin pasados que lo sustenten. Y la tradición para perpetuarse necesita esa renovación continua que cada época le aporta, que la valida y la actualiza a la vez. Diseñar exige entrar y fundirse en una cadena de transmisiones sucesivas de saberes y de técnicas. La verdadera imaginación es la que recompone con los trazos de su tiempo aquellos elementos recibidos en legado que, en su devenir, se han revelado, una y otra vez, necesarios, funcionales y atractivos. Repensar desde la tradición es inevitable e imprescindible para que una pieza de diseño signifique y perdure.
¿Qué casos, personajes, productos o elementos de la cultura argentina e internacional podrían dar cuenta de una experiencia superadora entre estos términos?
Aquí, en el contexto que la Fundación propone, la referencia es Mary Tapia, la emprendedora de moda con raíces nacionales, federales diría, surgida en los años 60 del siglo pasado en el contexto de la movida en torno al Instituto Di Tella.
En su caso, se trató de la aplicación de textiles propios del telar criollo, muy en particular el barracán en sus múltiples variaciones, a un repertorio de prendas clásicas de corte sastreril, decoradas también con elementos clásicos como el terciopelo. En aquel momento, las prendas tradicionales de diferentes culturas del mundo, traídas a la actualidad por la imaginería hippie, habían pasado a influenciar la moda comercial europea, que se daba así un aire de juventud. Pero también debe tenerse en cuenta que Mary Tapia siguió la pista trazada por Fridl Loos, artista austriaca llegada a Buenos Aires a finales de los años 30, que incorporó ya por entonces el barracán y otros textiles del norte en sus creaciones de moda, iniciando la fusión entre diseño moderno y antigua tradición autóctona que hoy podemos incluir entre los clásicos del repertorio indumentario.
Todo lo clásico, para devenirlo, tiene que haber sido innovador en sus inicios, es decir moderno. Damos nueva vida a la tradición contradiciéndola en la forma, con el gesto, pero no en su esencia, ni en sus funciones. Siento que no ha habido en el lapso de modernidad que me ha tocado vivir ningún concepto estético e intelectual más radical ni más integral que el minimalismo, uno de cuyos aspectos más intrigantes es cómo reduciendo lo formal a la noción de que más es menos da nacimiento, a mi juicio, a una nueva tradición. Es para mí la modernidad de la modernidad, con sus raíces en el Bauhaus, en De Stijl, en Mies van der Rohe. Intuyo que irá creciendo aún más en la cultura la influencia de artistas como Donald Judd, Dan Flavin, Agnes Martin, Sol LeWitt, Robert Morris, arquitectos como Tadao Ando, diseñadores como Issey Miyake en el pensar la relación cuerpo/vestido y Jil Sander, que están ciertamente presentes, cada cual con su obra y todxs en cuanto variado conjunto, en la imaginería de la época y, en lo que aquí nos concierne, en toda una franja de diseño actual.
¿Ha cambiado en el siglo XXI, con las nuevas tecnologías, modos de educar, habitar, consumir y relacionarse, la vinculación entre diseño y tradición?
Las nuevas tecnologías facilitan el descubrimiento de todas las varias tradiciones de todas las culturas registradas. Es conmovedor. Todo depende justamente de que también la educación respete sus propias tradiciones (que no siento que sea el caso, pero admito no estar al corriente del tema de la educación en toda su complejidad vital). Justamente, si el consumo vuelve a ser tal, es decir adquisición racional de bienes o, en otras palabras, si nos liberamos de la alienación consumista, habrá enormes chances de que la relación tradición/diseño tome la buena dirección. Soy escéptico al respecto, cuando veo crecer fuera de control entidades Godzilla como Amazon.
El diseño no es en sí un disparador de cambios sociales, sino un acompañante, un instrumento y un emblema del clima de época, del Zeitgeist. Desde ya que en ocasiones anticipó ciertos états d’esprit desde la vanguardia, desde lo exclusivo, pero en otros tiempos. Hoy la sociedad consumista en permanente estado de espectáculo exige que todo producto tenga un impacto inmediato lo más masivo posible.
¿Cómo podría potenciarse este binomio para generar soluciones innovadoras que impliquen mejoras en tópicos como la inclusión, la diversidad cultural, la equidad de género, el cuidado medioambiental, la salud y el acceso a la educación?
Como primer gesto, en cuanto a la innovación en el área del diseño, combatiendo el consumismo y, a su vez, llevando adelante el proyecto de la vida integral, la vida consciente, con lo sustentable como ideal y la responsabilidad y la ética como marcadores cotidianos de quienes crean, de quienes producen y de quienes consumen.
La inclusión bien entendida implica, ante todo, el acceso de todas las categorías del público al diseño de calidad, ecológico, sin obsolescencia programada.
Diversidad, equidad, medio ambiente, salud y educación dependen del Estado, de un gobierno sano, honesto, abierto a esas preocupaciones y armado para sostenerlas y sustentarlas, es decir, preparado para no ceder a la avidez y la avaricia de las corporaciones que rigen los mercados y que no quieren que te eduques ni que estés en condiciones de decidir por tí mismx ni que distingas la calidad de la chatarra ni que te intereses al diseño o a la tradición. Es una larga pelea y hay que seguir comprometidx con ella.
Fotografía: Carola Rousso.