Una ciudad: Estocolmo
Siempre me atrajo Escandinavia. Tenía la sensación de que era otro mundo. Y no estaba tan equivocada. Este año planifiqué un viaje a Europa durante las vacaciones de mi trabajo y decidí que Suecia sería uno de los destinos prioritarios ya que nunca había ido. Un amigo estaba viviendo en Estocolmo, así que aproveché para visitarlo. Lo primero que me impresionó de la ciudad fueron sus colores. Desde el aeropuerto tomé el subte y llegué a la estación de Stockholm Sörda. Era rosa y verde agua. Dos de mis colores preferidos. Tenía unos ventanales a través de los cuales se veían plantas. Vi muchísimas plantas en Estocolmo. Me dio la impresión que las personas que viven ahí aman la jardinería y ponen mucho empeño en decorar sus casa, especialmente las ventanas, con plantas, flores, lucecitas y adornos. Me resultó encantador. En general todo me pareció muy estético, prolijo, limpio. Tanto en Estocolmo como en Malmö, la otra ciudad que visité, hay muchos edificios de colores. Algo que no se ve tanto en Buenos Aires. Quizás sea porque en el invierno todo es blanco y gris, entonces necesitan los colores para contrastar. Al ver las fotos que tomé en el viaje, un amigo señaló que los edificios no tienen balcones. Yo no lo había notado. Tiene sentido: hace demasiado frío la mayor parte del tiempo. Yo fui en mayo y justo había empezado a haber buen clima, días soleados y sin frío. Era gracioso porque la gente estaba de buen humor y en todos lados sonaba Bob Marley. “En verano, este es el mejor lugar del mundo”, me decía mi amigo. La gente nada, hace asados, anda en bici, está contenta. En invierno, sin embargo, me cuentan que hace tanto frío que uno no quiere salir de su casa. Una noche fuimos con un par de amigos a Ivar Los Park, un parque arriba de una colina que tiene una vista hermosa de toda la ciudad, el agua y los puentes. Hay mesas para hacer picnic y hasta parrillas pequeñas para cocinar tu propia comida ahí.
Otra cosa que se ve mucho en Estocolmo son barcos con bares o restoranes. Fuimos a un par. Me gustó la experiencia de tomar algo flotando sobre el agua.
Un día también fuimos a un festival gratis al aire libre. Era medio hípster. Había venta y service de bicicletas, cerveza artesanal, hamburguesas y comida vegetariana. Igual que acá. También hubo un recital de Jens Lenkman. Me impresionó que la gente era muy respetuosa, educada y ordenada, no hubo ningún tipo de problema o disturbio. Todo súper tranquilo.
Me dieron ganas de ser sueca y aprender sueco. “No lo hagas, no sirve para nada” me dijo una amiga. Y tampoco es necesario para visitar el país porque, al menos en las grandes ciudades, todo el mundo habla inglés perfecto. La gente me pareció súper amable y cálida. Además todos tienen muchísima onda. Esta vez estuve solo 3 días. En una futura visita me gustaría tal vez quedarme un día más, visitar el museo de ABBA y hacer un paseo en barco por los fiordos.
Una muestra: Love is love en el CCK.
Como (casi) siempre, fui a la muestra sin saber bien de qué se trataba. En Love is love por Jean Paul Gaultier resulta que son vestidos de novia y prendas que usarían en un matrimonio parejas de todo tipo: hetero, gay, trans, interraciales e interculturales. Son 35 prendas y da la impresión que uno recorre la muestra muy ligeramente. Gran parte de los maniquíes están posados sobre unas plataformas que representan una gran torta de bodas. Otros están en el piso, al nivel de los visitantes. Algunos están en pareja, otros están solos. Todos tienen un pequeño cartel que indica a qué colección del diseñador pertenecen, cuántas horas de trabajo llevó la confección de cada traje y si alguien vistió las prendas. Por ejemplo, entre ellos hay un vestido que usó Nicole Kidman.
Lo primero que me cautivó fue una pareja cubierta por un tul. La novia siempre es la que lleva el velo pero acá los dos estaban debajo del tul, junt@s. Es una alteración tan sencilla a lo que estamos acostumbrados a ver pero me pareció tan hermoso. Otro vestido que inevitablemente me llamó la atención fue el que tenía una cola de más de 20 metros de extensión. La misma subía hasta el techo del salón, dando la impresión que la novia había bajado del cielo. Uno de mis looks preferidos (y de mis amigos con quienes fui) tenía un tocado de plumas estilo indígena. Y un monóculo. Eso me volvió loca. Amo los monóculos y que a Jean Paul Gaultier se le haya ocurrido agregarle un monóculo a ese outfit. Entre los accesorios, otro que me llamó la atención fue el bastón que acompañaba uno de los trajes. También amo los bastones. Pienso que tienen toda la onda.
Podés leer más sobre lo que fue Love is love entrando a cck.gob.ar
Un evento: presentación del espacio Art Exhibition en el atelier Bouquet
Moli es una de las personas más creativas que conozco y también una de las más dulces. Ella diseña y confecciona vestidos de cocktail, de novia, de gala. Súper elegantes, finos y delicados pero a la vez arriesgados y cool. Muchas de sus prendas se caracterizan por el uso de encaje, lentejuelas y apliques. Todo es cosido a mano. Fui a visitar su atelier algunas veces y sentí que ella era una especie de sacerdotisa de los hilos, y que los seres que trabajaban a su lado (algunos de los cuales tuve el encanto de conocer) eran como un séquito de hadas. Recientemente el atelier de Moli se mudó a Palermo Soho, a una casa increíble. Moli siempre está rodeada de personas como ella: artistas, diseñadores, músicos y amantes. Entonces tiene todo el sentido que haya decidido abrir su atelier y compartir su espacio con amigos y pares. En julio abrió el espacio Art Exhibition con una muestra de fotos de L’Bon. Yo no la conocía, pero vi sus imágenes en los flyers y luego esa tarde en persona. Me asombré al enterarme que una de ellas fue tapa de la revista Vogue. Además pude conocer a Lean, la artista, y charlar un poco con ella. Estaba recién llegada de Barcelona donde la semana anterior había inaugurado una muestra en colaboración con Iara Kaumann Madelaire (una de mis artistas locales preferidas) y Juan Jiant. Lean me pareció una vampiresa bella y misteriosa, de un aire fantástico, etéreo y por momentos oscuro, no tan diferente de los seres que aparecen en sus imágenes. Quisiera ser uno de ellxs.
En el patio había proyecciones y estaba Josefina Barreix pasando música. Su DJ set incluyó músicos del under local como Bungalovv, Astrosuka y Tatiana Heuman junto con internacionales conocidos como Madonna, Todd Terje y Tricky. Además había una barra donde se podía pedir vino, champagne o cocktails.
Luego hubo un mini concierto de Holms, a quienes escuché por primera vez. La banda está liderada por una cantante mujer y los demás músicos son hombres. Ese formato me copa. Siempre pensé que debe ser lo más ser mujer y estar al frente de una banda de rock. Imagino que es un lugar de poder y responsabilidad que no cualquiera puede ocupar. Tiene que ser una mujer con presencia, con actitud. Piensen en Debbie Harry de Blondie, Chrissie Hynde de The Pretenders o Alison Mosshart de The Kills. Una frontwoman debe además tener estilo. Porque indiscutiblemente el estilo, la moda y la música van de la mano. Pienso que Camil Holms reunía esas cualidades, y con su vestido de Bouquet, que parecía hecho de fragmentos de espejo, definitivamente tenía el look. Musicalmente, el sonido de la banda me remitió bastante al grunge de los años 90 y comienzo de los 2000. Yo crecí con todo eso así que me gustó.
Después Josefina pasó un rato más de música. Mientras la escuchaba y tomaba champagne, miré las imágenes de Lean (L’Bon se llama Lean), y la ropa de Moli. También le saqué fotos a mis amigos en el lugar. Me di cuenta de que noches como esta llevaban a la realidad la idea de que las artes se relacionan y potencian entre sí (la moda siendo una de ellas, claro). Y me sentí privilegiada de haber sido parte.
Playlist: