Arquitecta con formación en diseño conceptual e iniciativa artística, la joven Jazmín Grinbaum (29) avanza creativamente entre el diseño y el arte. Pronta a inaugurar Cuando las papas queman en galería Revolver, conversó sobre sus maestras, su rutina de trabajo y una colaboración con su propia madre.
¿En qué momento comenzaste a interesarte por el arte y el diseño?
Al crecer eran parte de mi cotidianidad. Mi papá, arquitecto y coleccionista de sillas modernistas y mi mamá, escultora, con gallinas de cerámica en bikini como jarrones surrealistas repartidos por la casa. Observaba cómo el arte y el diseño convivían y conversaban pero desde distintos planos. Hoy se convirtió en un encuentro amoroso de disciplinas, técnicas e ideas.
¿A quiénes consideras maestras?
La artista Alita Olivari es una de mis grandes maestras, su taller es un espacio fundamental para mí. Por otro lado, la obra de mi mamá es una constante referencia en mi trabajo.
¿En qué momento sentiste que era posible profesionalizarte?
Una vez recibida de arquitectura y, durante mis estudios de posgrado, conocí a artistas, curadores y profesionales del arte. Me dediqué a realizar diseño de espacios para el montaje de obras de arte en galerías, ferias y diversas exposiciones. Tuve la suerte de colaborar con diseños para distintos museos en países como México y Arabia Saudita. En paralelo a estos trabajos, yo producía mi obra. Cuando empecé a mostrar y ví que tenía un impacto, la profesionalización me resultó orgánica. El mejor consejo que recibí fue show your work (mostrá tu trabajo).
¿Cómo es un día creativo?
No tengo una rutina fija. Depende de qué medios esté trabajando, en qué etapa del trabajo me encuentre o si estoy cerca de un cierre. Tengo hábitos que me ayudan. El dibujo y la escritura como primer encuentro con la idea, sin filtros ni preciosismo. Casi como acto reflejo escribo en las notas del celular lo que estoy pensando o mamarracheo (sic) hojas lisas con lápices de colores que siempre tengo cerca. Intento no editar en el momento de bajar las ideas. Encuentro un patrón, un hilo conductor, algo que une pensamientos, aparece una llave o una respuesta o más preguntas. La edición, que es fundamental, está unos pasos más adelante.
Generas objetos en diferentes materiales y navegas entre objetos de diseño como obras de arte. ¿Cómo diferencias?
Para mí la materialidad es un medio para otra cosa. En mi trabajo no divido entre arte y diseño, son disciplinas que se complementan para la construcción de un universo propio.
¿De qué se trata Las invitadas?
Es una serie de cerámicas esmaltadas que hice en 2020 a partir de piezas que realizó mi mamá en los años ochenta. Son bases con forma de piernas de mujer con stilettos rojos. El nombre viene de un cuento de Silvina Ocampo, que leí en un libro que me regaló mi mamá, en el que un grupo de niñas asisten como invitadas a un cumpleaños de seis. Me divirtió pensar que hoy serían mujeres grandes y que, estas cerámicas, podrían ser ellas. Me gusta pensar a Las invitadas como una colaboración entre mi mamá y yo a lo largo de casi 40 años.
¿Cuáles son tus planes 2021?
Tengo muestra planeada para en abril en galería Revolver, una colaboración con una galería de arte y diseño en Rumania, más otros proyectos que pronto anunciaré.