Es tuyo y es estilo

No hace falta buscarlo, lo vas encontrando, con el tiempo. Está allí nomás, del otro lado del espejo, o cuando para verte mejor, cerrás los ojos, porque es, ante todo, un modo de pensarse. Que cobra forma y asoma, inesperado, en el fondo de un placard bajo la forma de una prenda olvidada, y te deslumbra, como toda revelación, desde la página de un libro en la que se describe a un personaje en el que de repente te estás viendo, y es la imagen que un click distraído hace relampaguear en tu pantalla y que te atrapa y te envuelve y elegís como avatar.

Es con cada eslabón de ese encadenamiento de descubrimientos y certezas que vas armando, el círculo de tu estilo, sin prisa y presintiendo una creciente coherencia. Y una vez que lo has compuesto y reconocido como enteramente tuyo, sin que le prestes ya la misma atención, devenido un proceder espontáneo, será el modo tuyo de respirar el aire de la moda, sin dejar que te empuje ni te arrastre ni que siquiera te despeine, es decir sin someterte a sus reglas de juego.

Ahora bien ¿pero hace falta tener un estilo propio? Por cierto que no. Se trata ante todo, de un deseo personal de seguir y respetar ciertos ideales estéticos, de una aspiración a trasladar a nuestra apariencia una cierta idea que nos hacemos de nosotrxs mismxs y de cómo presentarnos ante el mundo. Preocupación que no todo el mundo comparte. O que no todo el mundo se atreve a confesar que comparte. Como si con el cuerpo y en el cuerpo, es decir con la concreta realidad de nuestra apariencia, no pasáramos todos los días de nuestras vidas. Y como si no tuviéramos derecho a pensar la apariencia también desde la fantasía.

La ropa nos define, vistiéndonos nos contamos. Las prendas, los accesorios, los peinados, el maquillaje, las ornamentaciones, tales los tatuajes y piercing actuales, son otras tantas unidades de un lenguaje en el que nos expresamos según nos inspiran nuestros gustos personales. Algo que todos creemos tener pero que a menudo responden a los de nuestros grupos de pertenencia, ya sea ésta social, cultural, de género o aún política.

De allí que en el idioma de la moda haya acentos, chetos o bien populares, modos cultos, jergas jóvenes y tantas, muchas otras inflexiones tribales. Para quienes se identifican con estas categorías colectivas existen las tendencias, esas modas de temporada que garantizan que sus portadorxs se distingan claramente de otros grupos pero que a la vez se vean todxs parejamente iguales entre sí, ostentando como exclusivo lo que por definición no lo es, felices de llevar puestas enteras vidrieras de tiendas obviamente caras.

Pero están también, y aquí vamos al grano, diversos, múltiples, en miríada, los estilos individuales. Se los expresa en un tono que no pertenece a nadie más, cada cual haciendo un uso original de la sintaxis del vestir, combinando elementos según un orden privativo, o según un (falso) desorden inconfundible.

Hay diseñadorxs, marcxs, casas, que favorecen la sustentación de nuestros estilos personales con la potencia de sus propios estilos, con el caudal de imaginación, de novedad, de experimentación y de refinamiento que encauzan en sus creaciones. Son autorxs, individuales, o en dúos, que no piensan en términos de moda sino en moods y en momentos de vida, en sintonía no con la ideología del show para unos pocos sino con los placeres para todxs, con las rebeldías y las necesidades de la época.

Una época en la cual el estilo genuino es una rareza, valgan como prueba resplandeciente las divas pop, modadictas profesas, imágenes izadas a las portadas de las grandes revistas del ramo. Sus respectivos estilos, unánimemente alabados, son construcciones meticulosamente elaboradas por un nuevo estamento de profesionales, los estilistas, dedicados, con sus equipos de asistentes y sus contactos en la industria, a lanzar productos y empujar tendencias. De entre el montón de personajes que causan sensación en las redes, solo pondría las manos en el fuego por Erykah Badu, la cantante, compositora y activista que en sus veinte años de itinerario no paró de dar pruebas poderosas, brillantes, de su sentido del estilo, al punto de haber sido convocada para aportar su toque, como a algunos shows de moda, y por Diane Kruger, ex-modelo y actriz, suelta y cool y también exquisita cuando se le da, que nunca pudo reconocerse en las imágenes, fabricadas por estilistas, de los comienzos de su carrera en Hollywood. No era ella misma, dice, era una más.

Cualesquiera que sean los vocablos -cada prenda es uno- que se empleen, es en el modo de portarlos que reside la clave del estilo. Y no se trata solamente de la forma de combinarlos. Lo importante es la actitud, determinada no por la ropa que se lleva, sino por el modo en que se mira la vida. El estilo es otra manifestación más de la fidelidad a unx mismo, y al puñado de convicciones y de pasiones de unx, que, a prueba de altibajos, éxtasis y tumbos, perduran y nos transportan en el tiempo…

Erykah Badu

Erykah Badu